sábado, 18 de outubro de 2008

Curso Sobre Existencialismo Cristão

O existencialismo emerge na contemporaneidade como um testemunho autobiográfico de nossa geração sobre sua desesperada e permanente crise de identidade. Sendo assim, nasce sempre de uma profunda experiência de tensão vivida por seus mentores intelectuais, seja na coletividade ou experimentada solitariamente no íntimo. O existencialismo nada mais significa do que uma maneira formal, crítica e até poética e romanceada onde o existente fala pelo mundo em crise: é portanto um grito por socorro onde convergem a descrição de um intenso estado de miséria e a esperança em transcendê-lo, correspondendo por isso, ao discurso cristão e valor escatológico dos evangelhos: onde a ressurreição vence a cruz, a vida vence a morte, onde nasce um novo começo depois do fim e etc. Não é sem razão que sob tais circunstâncias o existencialismo nasça como uma reflexão crítica, teológica e cristã, sobre um mundo onde os paradigmas fornecidos pelo secularismo entram em colapso. É exatamente sobre essa falência do secularismo, que o existencialismo, o especificadamente cristão, reage.
E para tanto, promove através de seus grandes nomes, uma releitura de toda a tradição cristã e seu legado crítico para a atualidade. O curso tem como objetivo expor de uma maneira breve e suscinta todo o processo de formação histórica, ideológica e metodológica que norteia as filosofias da existência, particularmente as cristãs: dentre elas o pensamento de Kierkegaard, Karl Jaspers e Gabriel Macel, seu impacto na reflexão teológica e seu debate com a contemporaneidade.
Informações :
diogocsantana@bol.com.br

sexta-feira, 10 de outubro de 2008

Declaração Teológica de Barmen

Tese I – Jesus Cristo, tal qual é testemunhado nas Sagradas Escrituras, é a única Palavra de Deus – a qual devemos ouvir e nela confiar e a ela obedecer tanto na vida como na morte.

Tese II – Assim como Jesus Cristo é a garantia de Deus para o perdão de todos os nossos pecados, do mesmo modo e com a mesma seriedade ele também é a reivindicação mais poderosa de Deus sobre toda nossa vida; por intermédio dele experimentamos uma libertação feliz das amarras ímpias deste mundo, para que possamos prestar um serviço livre e agradecido às suas criaturas.

Tese III – A Igreja cristã é a comunhão dos irmãos, na qual Jesus Cristo, em Palavra e sacramentos, através do Espírito Santo, age de uma maneira presente como Senhor. Na condição de Igreja de pecadores agraciados, ela tem a tarefa de testemunhar em meio a um mundo pecador, tanto com sua fé como com sua obediência, tanto com sua mensagem como com sua ordem, que ela é somente propriedade do Senhor, que vive e pretende viver somente de seu conforto e a partir de sua orientação na expectativa de sua volta.

Tese IV – Os diversos ofícios existentes na Igreja não estabelecem o domínio de uns sobre os outros, porém fundamentam o exercício do ministério confiado e destinado a toda a comunidade.

Tese V – As Sagradas Escrituras testemunham que o Estado, por ordem divina, tem a tarefa de, neste mundo ainda não redimido, no qual também se encontra a Igreja, providenciar a justiça e a paz. O Estado estará se desincumbindo da tarefa e para a tal poderá fazer ameaças e o uso da força de acordo com o bom senso e a capacidade humana. A Igreja reconhece o benefício dessa ordem divina com gratidão e reverência a Deus. Ela evoca o Reino de Deus, os mandamentos e a justiça de Deus, proclamando assim a responsabilidade de regente e regidos. Ela confia e obedece ao poder da Palavra, mediante a qual Deus sustenta todas as coisas.

Tese VI – A tarefa da Igreja, sobre a qual se fundamenta a sua liberdade, consiste em pregar a todos os povos a mensagem da graça libertadora de Deus em Cristo, e por essa razão está a serviço de sua Palavra e obra, mediante a pregação e sacramentos.

Fonte: http://pt.wikipedia.org/wiki/Declara%C3%A7%C3%A3o_Teol%C3%B3gica_de_Barmen

Como Cristo Julga o Cristianismo Oficial - em espanhol

KIERKEGAARD INEDITO

El último año de vida de Søren Kierkegaard, 1855, estuvo signado por su decisión de salir a combatir públicamente contra la cristiandad, encarnada por el establishment oficial de la iglesia y el rebaño de los que él llamaba cristianos domingueros. La singularidad del combate kierkegaardiano radica en que, a diferencia de otras duras críticas a la cristiandad que podemos denominar iluministas (contándose las de Marx y Nietzche entre las más célebres), el pensador danés habla desde el interior de la iglesia militante, contra la iglesia establecida. Toda la obra de Kierkegaard fue encaminándose indefectiblemente hacia el momento en que tuvo que denunciar el escándalo que significa que quienes se dicen seguidores de Cristo sean los que más hacen por que su doctrina quede sepultada debajo de una criminal hipocresía.
Se cuenta que todos los domingos, durante sus últimos meses de vida, Kierkegaard se paraba frente a la iglesia a leer en voz alta las flamígeras palabras publicadas en su revista El Instante (nueve ediciones entre mayo y septiembre de 1855, más un décimo número que no llegó a imprimirse, a causa de su repentina muerte): "La blasfemia más tremenda es la acometida por la 'cristiandad': transformar al Dios del espíritu en un disparate irrisorio; y el culto menos espiritual, menos espiritual que todo lo que hay y que jamás hubo en el paganismo, menos espiritual que adorar como dios a una piedra, un buey, un insecto, menos espiritual que cualquier otra cosa, es: adorar bajo el nombre de Dios a ¡semejante necedad!" (El Instante Nº 2, 4 de junio de 1855, Copenhague).
El que sigue es un texto de junio de 1855 publicado entre el 2º y el 3º número de El Instante, que se presenta por primera vez en lengua castellana en una traducción realizada por un equipo de traducción que se reúne semanalmente en la Iglesia Dinamarquesa en Buenos Aires, y que integran el pastor Andrés Roberto Albertsen, María José Binetti, el profesor Oscar Alberto Cuervo, la licenciada Patricia Dip, el licenciado Héctor Fenoglio, y Pedro Gorsd.

Cómo juzga Cristo el cristianismo oficial
Junio de 1855

Podría parecer extraño que sólo ahora avance sobre esto, pues el juicio de Cristo debería ser decisivo, no importa lo inoportuno que resulte para el gremio de los estafadores clericales que se han apoderado de la firma "Jesucristo" y bajo el nombre de cristianismo han hecho negocios brillantes.

Sin embargo, no es sin razón que sólo ahora me refiera a esta cuestión decisiva; y a quien haya seguido con atención toda mi obra de escritor, de ninguna manera le habrá pasado desapercibido que hay un cierto método en el modo como procedo, que se caracteriza tanto por lo que digo, que todo esto de la "cristiandad" es un asunto criminal, equivalente a lo que suele llamarse con el nombre de falsedad, estafa, sólo que aquí es la religión que se usa así, como por el hecho de que realmente soy, como yo mismo lo digo, un talento policial.

Fíjate ahora si puedes seguir los pasos del caso. Yo empecé haciéndome pasar por poeta, apuntando maliciosamente a lo que pensaba en relación con el cristianismo oficial, que la diferencia entre el librepensador y el cristianismo oficial es que el librepensador es un hombre sincero, que sin vueltas enseña que el cristianismo es fábula, poesía; por el contrario, el cristianismo oficial es un falsificador, que solemnemente asegura que el cristianismo es otra cosa, solemnemente se empeña contra el librepensador, y así oculta que en realidad él convierte el cristianismo en poesía, suprime el seguimiento de Cristo, de manera que sólo por la imaginación nos relacionamos con el modelo, pero él mismo vive bajo determinaciones totalmente distintas, lo cual es relacionarse poeticamente con el cristianismo o transformarlo en poesía, no más comprometedor que lo que es la poesía; y por último, el resultado es que directamente se desecha el modelo y se deja que aquello que uno es, la mediocridad, pase a ser el ideal.

Bajo el título de poeta saqué a la luz algunos ideales; expuse aquello con que los 1000 funcionarios reales están comprometidos por juramento. Y estos buenos hombres no se dieron cuenta de nada, permanecieron totalmente tranquilos, hasta ese punto todo era, cristianamente, falto de espíritu y mundanidad; estos buenos hombres no tenían idea de que se ocultaba algo detrás de este poeta - que mi modo de proceder era el de la inteligencia policial, para que los implicados estuvieran tranquilos, y la policia tuviera ocasión de formarse una idea más profunda del caso.

Así pasó un tiempo. Incluso me llevaba bien con estos hombres sujetos a juramento - y logré, con toda tranquilidad, dos cosas: instalar los ideales y conocer a aquellos con los que me las tengo que ver.

Pero al último estos buenos hombres se impacientaron con este poeta; se les trasformó en un acoso. Esto sucedió con el artículo contra el obispo Martensen referido al obispo Mynster[1]. Totalmente tranquilos, sí, totalmente tranquilos como estaban hicieron hincapié ahora (como podrá recordarse de aquel tiempo), en que "la escala con que se los medía era demasiado grande", etc.

Entonces este poeta se transformó repentinamente - si me permiten la expresión, arrojó la guitarra, y tomó un libro que se llama "el Nuevo Testamento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" , y con -sí, con mirada policial- interpeló a estos buenos maestros sujetos a juramento, " testigos de la verdad" sobre lo siguiente: ¿acaso no es este el libro con el que están comprometidos por juramento, este libro cuya escala es bastante más grande que la usada por el poeta?

Desde ese instante, como se sabe, se hizo silencio. Tan listos como se creían, tan dispuestos a reclamar, mientras consideraran no sólo que quedaban a salvo, sino que podían hacerse los importantes sosteniendo: "no es más que un poeta, un exaltado con sus ideales, la escala es demasiado grande"; así de silenciosos se quedaron desde el instante en que este libro y el juramento entraron en juego. Tal como sucede en los procedimientos policiales. Primero se tranquiliza al implicado; y a propósito, si un agente policial posee todos los otros dones pero no es virtuoso en el arte de tranquilizar, no es un "verdadero talento policial". Una vez tranquilizado, el implicado invierte los roles: él, justamente él es el hombre honrado y claramente parece que fuera el agente policial quien es puesto en un brete. Pero cuando éste, tranquilizando de esta forma, se entera de lo que desea saber, cambia su modo de proceder, va directo al grano - y así de repente el implicado se queda en silencio, se muerde el labio y piensa: qué historia maldita.
Pues bien, tomé el Nuevo Testamento, me permití respetuosamente recordar que estos venerables testigos de la verdad por juramento están comprometidos con el Nuevo Testamento. Y entonces se hizo silencio. ¿No fue esto extraño?

Entretanto consideré que lo más correcto, en lo posible, era mantenerlos en la incertidumbre por un tiempo más acerca de lo bien informado que estoy, y hasta qué punto tengo al Nuevo Testamento de mi parte, lo que también estoy consiguiendo, pero por lo que no se me ocurriría jactarme.

Hablé entonces en mi propio nombre y cada vez más decisivamente, dado que veía que se seguía desdeñando la imputación por el hecho de que yo al principio presentara la situación de manera tan favorable para la parte contraria como me resultaba posible; y finalmente asumí decir en mi propio nombre que es una culpa, una gran culpa, participar del culto divino público, tal como es ahora. Fue en mi propio nombre; así quedó claro que ya no podrían librarse de mí con la excusa de que soy un poeta y que son los otros quienes representan la verdad. Pero siempre es un poco aliviante que hable en mi nombre; y así conseguí, por este efecto aliviante, tranquilizar un poco a la parte contraria y tener la oportunidad de conocerlos un poco mejor; saber si tenían la intención de empecinarse y no hacer caso de la imputación; pues la conciencia debe haber golpeado a estos hombres sujetos a juramento al escuchar esta palabra que todo lo cambia: es culpa, una gran culpa, participar del culto divino tal como es ahora; pues éste está en las antípodas de ser culto divino.

Pero, como fue dicho, lo aliviante era que hablaba en mi propio nombre. Pues aun cuando Dios sepa que he hablado verdaderamente y como debía hablar, y aun cuando lo que he dicho fuera verdadero y debiera decirse, incluso si no hubiera ninguna palabra de Cristo mismo, la cuestión es que siempre es bueno que por el Nuevo Testamento sepamos cómo Cristo juzga al cristianismo oficial.

Y lo sabemos por el Nuevo Testamento; su juicio se encuentra ahí - pero claro, estoy totalmente convencido de que, seas quien seas, si no conoces otra cosa acerca de lo que es el cristianismo que lo que surge del sermón dominical de los "testigos de la verdad", entonces año tras año puedes ir a tres iglesias cada domingo, escuchar -en términos generales- a cualquiera de los funcionarios reales, y nunca habrás escuchado las palabras de Cristo a las que estoy aludiendo. Los testigos de la verdad piensan presumiblemente así: así como el dicho dice "no se debe hablar de la soga en la casa del ahorcado", así también sería una locura que en las iglesias se citen aquellas palabras de la Palabra de Dios que testifican al cielo contra toda la payasada del pastor. Podría estar tentado de poner la siguiente exigencia que, aunque barata y modesta, es el único castigo que les deseo a los pastores: que se elijan determinados pasajes del Nuevo Testamento, y que el pastor se comprometa a leerlos en voz alta a la congregación. Naturalmente con la condición de que no sea como es uso y costumbre, que el pastor después de leer un pasaje así del Nuevo Testamento, deja a un lado el Nuevo Testamento para dar seguidamente su propia "interpretación" de lo leído. No, muchas gracias. No, lo que yo estaría tentado de proponer es el siguiente servicio divino: la congregación se reúne; se reza una oración en la puerta de la iglesia; se canta un himno; entonces el pastor sube al púlpito, toma el Nuevo Testamento, nombra el nombre de Dios y lee a la congregación el pasaje que corresponde en voz alta y clara - después deberá callarse y permanecer 5 minutos en silencio, quedándose en el púlpito, y sólo entonces podrá irse. Esto me parecería extremadamente provechoso. Intentar que el pastor se ponga colorado no se me ocurriría; pues a quien, con la conciencia de querer entender por cristianismo lo que él entiende por cristianismo, ha podido prestar juramento por el Nuevo Testamento sin ponerse colorado, a él no será fácil ponerlo colorado; y por otro lado se supone que para ser pastor oficial antes que nada es necesario que uno haya superado los infantilismos de la adolescencia y la inocencia, como ponerse colorado y cosas así. Pero supongo que la congregación sí se pondrá colorada por el pastor.

Y ahora a las palabras de Cristo a que me refiero.

Se encuentran en Mt 23, 29-33; Lc 11,47-48, y dicen así[2]:

Mt 23,29-33. 29) ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos, 30) diciendo: "Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas"! 31) De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. 32) ¡Colmen entonces la medida de sus padres! 33) ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podrán escapar a la condenación de la Gehena?

Lc 11,47-48. 47) ¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! 48) Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.

¿Qué es, pues, la "cristiandad"? ¿No es la mayor tentativa posible encaminada a rendir culto a Dios construyendo los sepulcros de los profetas y adornando las tumbas de los justos y diciendo: "Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas", en lugar de seguir a Cristo, como él lo ha exigido y sufrir por la doctrina?

Sobre esta clase de culto divino he expresado que, comparado con el cristianismo del Nuevo Testamento, esto es jugar al cristianismo. La expresión es totalmente verdadera y plenamente característica. Porque, ¿qué es jugar, cuando se piensa en cómo debe ser entendida la palabra en este contexto? Es imitar, simular un peligro donde no hay ningún peligro; y así, lo que se busca es mantener la ilusión de que el peligro está. Así juegan los soldados a la guerra en el ejido; no hay ningún peligro, pero se actúa como si existiera, y el arte consiste precisamente en hacer todo ilusivamente, como si fuera una cuestión de vida o muerte. Y así se juega al cristianismo en la "cristiandad". Artistas dramáticamente vestidos comparecen en construcciones artísticas -no hay en verdad ningún peligro, es más, el maestro es funcionario real, que asciende gradualmente y hace carrera- y ahora juega dramáticamente al cristianismo, en resumen, hace comedia; le discursea acerca del renunciamiento, pero él mismo asciende gradualmente; le enseña a despreciar títulos y rangos mundanos, pero él mismo hace carrera; describe a los magníficos ("los profetas") que fueron asesinados, y la cantinela es siempre la misma: si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos habríamos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas - nosotros, que construimos sus sepulcros y adornamos sus tumbas. Es decir que ni siquiera se quiere ser (como constante, encarecida y suplicantemente lo he propuesto) al menos tan honesto como para reconocer que no se es en absoluto mejor que quienes mataron a los profetas; no, se quiere aprovechar la circunstancia de que no se es contemporáneo con ellos para creerse mucho, mucho mejores que aquellos que los mataron, seres totalmente distintos de aquellos inhumanos -porque es obvio que lo somos, dado que construimos los sepulcros de los tan injustamente asesinados y adornamos sus tumbas.

Sin embargo la expresión "jugar al cristianismo", por más característica que sea, no puede ser usada por quien tiene autoridad. Este se expresa de otro modo.

Cristo lo llama -¡presta atención!- lo llama: Hipocresía. Y no sólo esto, sino que dice

-¡horrorízate!- él dice que esta culpa de hipocresía es un delito tan grande, justamente tan grande, como asesinar a los profetas, es decir, culpa de sangre. Sí, si pudiéramos preguntarle a él, quizá constestaría que esta culpa de hipocresía, justamente porque está tan bien escondida y lentamente se extiende por toda la vida, es una culpa mayor que la de quienes, en un arrebato de furia, asesinaron a los profetas.

Este es, pues, el juicio, el juicio de Cristo sobre la "cristiandad", sobre el culto divino dominical, sobre el cristianismo oficial. Horrorízate, pues de lo contrario quedarás colgado de eso. Es tan decepcionante, pues ¿acaso no somos personas de bien, verdaderos cristianos, nosotros, que construimos los sepulcros de los profetas y adornamos las tumbas de los justos, acaso no somos personas de bien, sobre todo comparados con los inhumanos que los asesinaron? Y además, ¿qué tenemos que hacer, si no podemos hacer más que estar dispuestos a dar de nuestro dinero para construir iglesias, etc., no escatimar en el pastor y además, escucharlo? El Nuevo Testamento responde: lo que tienes que hacer es, tienes que seguir a Cristo, sufrir, sufrir por la doctrina; el culto divino que quieres favorecer es hipocresía e igual a culpa de sangre. El pastor con su familia viven de que tú seas un hipócrita o de hacer de ti un hipócrita, o de conservarte en la condición de hipócrita.

"Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros." Lc 11,48.

Sí, el cristianismo de domingo y la enorme logia de pastores comerciantes naturalmente se enfurecen ante este discurso, que con una sola palabra cierra todos los negocios, desecha toda esta profesión autorizada por el rey, y no sólo esto, sino que advierte contra tal culto divino como contra culpa de sangre.

No obstante, es Cristo quien habla. Tan profundamente está unida la hipocresía con el hecho de ser hombre, que justo cuando el hombre natural se encuentra mejor que nunca y ha conseguido armarse un culto divino a su medida, se escucha el juicio de Cristo: Esto es hipocresía, es culpa de sangre. No es que mientras tu vida en los días laborables sea mundana, lo bueno en ti es que al menos los domingos vayas a la iglesia del cristianismo oficial; no, no, el cristianismo oficial es mucho peor que tu mundanal semana, es hipocresía, es culpa de sangre.

Como fundamento de la "cristiandad" yace esta verdad: el hombre es un hipócrita nato. El cristianismo del Nuevo Testamento era la verdad. Pero sagaz y pícaramente el hombre inventó un nuevo tipo de cristianismo, el de construir los sepulcros de los profetas y adornar las tumbas de los justos y decir: si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres. Y esto es lo que Cristo llama culpa de sangre.

Lo que el cristianismo quiere es: seguimiento. Lo que el hombre no quiere es, él no quiere sufrir, menos que nada la clase de sufrimiento propiamente cristiano, padecer a los hombres. Entonces quita el seguimiento, y con ello el sufrimiento, lo específicamente cristiano; entonces construye los sepulcros de los profetas: esto por un lado; entonces miente ante Dios, ante sí mismo, ante otros, diciendo que él es mejor que los que asesinaron a los profetas: esto por el otro lado. Hipocresía al principio e hipocresía al final, y según el juicio de Cristo, culpa de sangre.

Imagínate que la gente está reunida en una iglesia de la cristiandad, y que de repente entra Cristo: ¿qué crees que haría?

Bien, lo que haría puedes leerlo en el Nuevo Testamento.

Se dirigiría a los maestros - pues a la congregación la juzgaría como otrora: fueron desviados del camino- se dirigiría a los de "largas vestimentas", a los mercaderes, a los juglares, que transformaron la casa de Dios, si no en una cueva de ladrones, al menos en una boutique o en un puesto de feria, y les diría: "Ustedes, hipócritas; ustedes, serpientes; ustedes, raza de víboras"; y como otrora haría un azote de cuerdas para echarlos del templo (Juan 2:15).
Tú, que lees esto, si no conoces otra cosa sobre el cristianismo que lo que se dice en la perorata dominical, te revelarás contra mí -estoy totalmente preparado para ello, te parecerá que soy responsable de la más horrorosa blasfemia al presentar a Cristo de este modo, dirás "está poniendo en su boca palabras como serpientes, raza de víboras; esto es ciertamente espantoso, son palabras que nunca se escuchan en boca de ninguna persona instruida; y dejar que las repita varias veces es ciertamente tan terriblemente grosero; ¡y hacer de Cristo una persona que utiliza la violencia!"

Mi amigo, si puedes corroborarlo en el Nuevo Testamento. Ahora bien, cuando lo que se quiere alcanzar predicando y enseñando el cristianismo es una vida cómoda y placentera en una posición reputada, entonces la imagen de Cristo debe modificarse algo. Adornos, no, en eso no vamos a escatimar, oro y diamantes y rubíes, etc., no, los pastores lo miran con agrado, y les hacen creer a las personas que eso es cristianismo. Pero la severidad, esa severidad que es inseparable de la seriedad de lo eterno, hay que hacerla a un lado. Cristo se vuelve entonces una figura sentimental, un hombre siempre bueno -esto se relaciona con que el plato puede ir circulando durante el discurso y la comunidad puede tener ganas de poner algo y tirar unas monedas; ante todo se relaciona con que por temor a los hombres, se está en buen entendimiento con los hombres; mientras que el cristianismo del Nuevo Testamento es: por temor de Dios padecer a los hombres por la doctrina.

Pero "ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas" (enseñando al pueblo que este es el cristianismo del Nuevo Testamento) y "adornan las tumbas de los justos" (poniendo constantemente juntos el dinero y el cristianismo) y dicen "si nosotros" - sí, si ustedes hubieran vivido en el tiempo de los profetas, los habrían asesinado, es decir, habrían permitido ocultamente, como de hecho sucedió, que el pueblo lo hiciera y cargara con la culpa. Sin embargo, en vano se ocultan ustedes en la "cristiandad"; lo que está oculto queda revelado cuando la Verdad juzga: "así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres, y colman la medida de sus padres, pues ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros." En vano se hacen los santos, en vano intentan al construir los sepulcros de los justos, mostrar cuán diferentes son de los impíos que los mataron. ¡Oh, la impotencia de la hipocresía para ocultarse! Fueron descubiertos. Justamente el construir los sepulcros de los justos y decir "si nosotros", justamente esto es matarlos, es ser hijos legítimos de aquellos impíos, hacer lo mismo que ellos, es ser testigos de los actos de los padres, aprobarlos, "colmar la medida de los padres", es decir, hacer lo que es aún peor.



[1] El obispo Mynster, primado de la Iglesia Luterana en Dinamarca, murió en enero de 1854. El profesor Martense, candidato a suceder a Mynster, pronunció el elogio fúnebre en el que afirmó que el fallecido "era un eslabón en la cadena sagrada de los testigos de la verdad que se extiende a través de las épocas, desde los días de los apóstoles". La expresión "testigo de la verdad" desencadenó en Kierkegaard la necesidad de señalar la distancia abismal que encontraba entre un miembro de la iglesia establecida, favorecido por el brillo mundano, y la figura de Cristo.

[2] Las citas han sido tomadas de la versión argentina de los Pbros. Armando J. Levoratti y Alfredo B. Trusso El Libro del Pueblo de Dios. La Biblia, Ediciones Paulinas, Madrid, 8º edición de mayo de 1993

Comentários Sobre a Minha Produção Literária

Prezado Diogo.

Obrigado pelo envio do texto. Primeiramente, elogio-o pelo excelente trabalho e escrita. Pessoalmente, gosto muito de ler textos com a qualidade que o seu tem, rara nos novos escritores de hoje. Porém, minha avaliação segue as coordenadas editoriais e comerciais da Editora Vozes e, por elas, infelizmente, não será possível prosseguir no processo editorial do texto. Claro, nada a ver com o conteúdo ou qualidade do texto, mas, sim, com o mercado editorial, cada vez mais acirrado. Nele, as obras de teologia ou temáticas teológicas estão tendo baixa acolhida. Espero que esse quadro mude num tempo breve. Continuo à sua disposição.
Atenciosamente.
Prof. Dr. José Maria da Silva - Editor Religioso Vozes ( Sobre o livro O Deus de Carne )
Olá Diogo,

obrigada por sua mensagem, e por favor me perdoe pela demora de minha resposta.
fiquei impressionada com sua produção literária - parabéns! gostaria de poder te ajudar, mas infelizmente não estou em condições de avaliar novos originais, ou de considerar a entrada de novos autores para a Agência.
fico na torcida por você!
muito sucesso, tudo de bom,
Lucia Riff ( sobre a minha produção literária )
Diogo,

encaminho a mensagem que João José escreveu sobre a avaliação de seu livro.

O esforço empreendido pelo autor na explanação das suas idéias é considerável. Contudo, não é classificável do ponto de vista de uma proposta seja filosófica, religiosa ou histórica. Portanto não é um estudo, senão em termos bastante pessoais, do tipo isto é o que penso sobre a vida, deus, os homens e a sociedade atual.

Como proposta individual, que não se pretende filosófica, é bastante coerente com a linha de pensamento que defende, o anarquismo (cristão), e contém idéias que muito contribuiriam para o debate dos problemas que o homem atual enfrenta, não fosse o mascaramento na defesa de suas teses, embora apaixonadas, por citações de outros autores, filósofos na sua maioria, que servem apenas para dar um caráter solene e culto à proposta do autor, visto que os próprios autores citados são contraditados.

Melhor seria não citá-los, visto que as idéias postuladas só se justificam no próprio anarquismo e em uma fé onde só Deus é. As idéias do autor teriam melhor sabor se propostas sobre uma visão única da vida e da sociedade, e não calcadas e ou justificadas por outras idéias que, estas sim, foram forjadas sem o apêndice de rubricas consagradas, ainda que não tenham partido do zero. (João José de Melo Franco)
Sobre o livro Fé e Anarquia Cristã

Entrevista com Gustavo Gutiérrez

Ángel Darío Carrero, ofm *

Adital -

Entrevista exclusiva ao pai da Teologia da libertação, Gustavo Gutiérrez, em seu 80 aniversario.

A teologia como carta de amor

Poucos são os criadores de uma ruptura epistemológica. No campo da filosofia ocidental moderna foram criadores Descartes, Kant, Hegel, Marx, Heidegger. Na teologia destacaram-se Tomás de Aquino, Lutero, Bultmann, Rahner. Gustavo Gutiérrez abriu um caminho novo e promissor para o pensamento teológico; descobriu ‘ uma nova maneira de fazer teologia’. São palavras certeiras do teólogo Leonardo Boff.A teologia na América Latina e no Caribe caracterizava-se por repetir ou sintetizar pensamentos forâneos. Gutiérrez cria, no fim dos anos sessenta, um método teológico desde e para a América Latina pobre e oprimida. Deu a essa reflexão da fé a partir do reverso da história o nome de Teologia da Libertação.Seu raio de projeção tem sido verdadeiramente impressionante desde a teologia negra, índia, asiática, feminista, ecológica e das religiões até a teologia judaica e palestina da libertação.Gustavo é o primeiro latino-americano a situar-se entre os grandes criadores dentro da história da teologia.No dia 28 de maio, a Universidad Central de Bayamón, dirigida pelos Padres Dominicanos uniu-se a uma plêiade de reconhecimentos internacionais, entre eles, o prestigiado Prêmio Príncipe de Asturias, outorgando-lhe o Doutorado Honoris Causa.
window.google_render_ad();

Leia a entrevista:

-Quando o senhor começa a assumir, como ponto de partida da teologia, a realidade da violência e da pobreza na América Latina e no Caribe?
-Comecei a trabalhar em março de 1964. Houve uma reunião convocada por Iván Illich. O conheci quando estava, todavia, em Porto Rico, em 1960. Foi Iván que convocou uma reunião muito informal em Petrópolis para que disséssemos como víamos o trabalho da teologia na América Latina.

-E qual foi sua colaboração?
-Falei de teologia como uma reflexão sobre a pastoral e sobre a vida cristã. O mesmo que formulei mais tarde como reflexão crítica sobre a práxis à luz da fé.

-O primeiro que surge é o estabelecimento de um método que parte da vida real para iluminá-la à luz da Palavra de Deus e abrir caminhos concretos de libertação?
-Sim. Eu passei praticamente todos os meus estudos de teologia preocupado com a questão do método. Daí a frase: ‘nossa metodologia é nossa espiritualidade’.

-O tema da proximidade aos pobres não é novo; porém, sim, a indagação sobre as causas da pobreza e a luta contra a pobreza como parte da identidade cristã. Quando começa essa transição?
-Me convidaram para falar sobre a pobreza em Montreal, em 1967. Queria tomar distância de Voillaume, o autor de ‘En el corazón de las masas’, porque ele evitava qualquer perspectiva demasiado social em torno à pobreza; porém, a verdade é que não se pode evitar o fato social. Falei sobre três noções bíblicas em relação à pobreza: primeiro, a pobreza real ou material, vista sempre como um mal. A segunda é a pobreza espiritual, como sinônimo de infância espiritual. A pobreza espiritual é colocar minha vida nas mãos de Deus. O desprendimento dos bens é conseqüência da pobreza espiritual. E a terceira dimensão é a solidariedade para com os pobres e contra a pobreza. Voillaume fala que temos que ser pobres. Sim, muito bem; porém, para quê? Que sentido tem? Não é unicamente para santificar-me. Teríamos que ver o que isso significa para o outro.

-Algum outro elemento importante dessa arquitetônica inicial?
-Uma preocupação: como anunciar o Evangelho hoje? A teologia é feita para anunciar o Evangelho, a serviço da Igreja e da comunidade. Tantas faculdades pensam a teologia como metafísica religiosa, não como anúncio histórico de libertação.

-Quando esse novo modo de pensar a fé a partir da perspectiva do pobre e do excluído começa a chamar-se ‘teologia da libertação’?
-Isso será em 22 de julho de 1968, em Chimbote, Peru. Pediram-me para falar sobre ‘teologia do desenvolvimento’ e me neguei. Disse-lhes que falaria sobre a teologia da libertação, que era mais pertinente em nosso contexto. Outra coisa que estava na moda era a ‘teologia da revolução’, da qual também tomei distância. O perigo da mesma era que pretendia cristianizar um fato político.

-Diferente de outros, o senhor nunca esteve de acordo com partidos ou grupos como a Democracia Cristã, nem com ‘Cristãos pelo Socialismo’, apesar de acentuar a dimensão política da fé. Por quê?
-Nunca gostei de que ‘cristão’ fosse usado como adjetivo. ‘Cristão’ é um substantivo. Sempre disse: ‘sou cristão por Cristo, não pelo socialismo’. Se, como cristão, alguém faz uma opção pelo socialismo, isso é outra coisa. Porém, não posso deduzir o socialismo pelo caminho da Bíblia. Da Bíblia deduzo a opção pela justiça, a opção pelo pobre. As pessoas, quando não entendem isso, dizem: ‘tu negas a política, estás do lado contrário’. Eu respondo que também creio na autonomia do social e do político.

-Quando começa a idéia de formar o livro que se converterá em texto fundante da teologia latino-americana contemporânea: ‘Teologia da libertação. Perspectivas’?
-Na realidade, não pensei em escrever um livro propriamente. Trabalhava nos temas que me interessavam e, pouco a pouco, foi saindo. No começo de 1969, após Medellín, uma comissão ecumênica sobre temas de desenvolvimento me convidou a Genebra. Então, retrabalhei a palestra que havia dado em Chimbote e, assim, continuei ampliando.

-Teve oferta concreta de alguma Editora?
-Não. Porém, passou Miguel d’Escoto, de Maryknoll, que acabava de fundar Orbis Books. Viu o livro e me disse: ‘vou publicá-lo’. Foi o primeiro livro publicado por essa editora. O traduziram e o publicaram em 1973, e tem sido o livro mais vendido dessa editora. Depois, passou o editor de Sígueme, da Espanha, e fez o mesmo. Outro que se interessou foi Gibellini. A edição italiana é, inclusive, anterior à espanhola. Já está traduzido para dez ou doze línguas, também para o vietnamita e para o japonês.

-Qual é a oposição principal que o livro recebe?
-Eu diria que, mais do que oposição ao livro, era oposição à teologia da libertação. Muita gente já estava escrevendo sobre o tema. Criticava-se o enfoque marxista da análise da realidade; porém, eu não me sentia aludido. A oposição mais forte que tivemos não veio de dentro da Igreja, mas de alguns componentes da sociedade civil -representantes dos poderes econômicos, militares, políticos. -A discussão aberta é signo de uma teologia que diz algo ao homem e à mulher de hoje, que gera diálogo crítico não somente no interior da Igreja, mas com a sociedade.-Boa parte das reações vem da acolhida que teve. Se eu tivesse permanecido em um ambiente de intelectuais, não teria tido esse impacto. Houve uma acolhida na base, inclusive com expressões que nunca me convenceram, mas que nascem da boa vontade, que dizem: ‘eu sou da teologia da libertação’. Porém, a teologia da libertação não era e nem é um clube no qual alguém se inscreve; nem um partido. Declaravam-se membros e diziam o que queriam e nem sempre correspondia ao que eu pensava. São coisas inevitáveis.

-Porém, há também uma necessidade de encontrar falhas em uma teologia que provém do Sul.-Um jornalista estadunidense me perguntou: ‘o que a teologia da libertação pensa sobre esse problema mundial?’ Eu disse-lhe: ‘você crê que isso é um partido político e que eu sou o Secretário Geral? Pois, não é assim’. Disse-lhe também: ‘por que você não pergunta a Metz (Juan Bautista): o que pensa a teologia política européia desse problema mundial? A ele não; mas a essa teologia, sim. Claro, porque aquilo, sim, é teologia. Metz é alemão’. Algumas pessoas reagiam desse modo porque pensam que algo que vem da América Latina tem que ter grandes falhas. Tem que encontrá-las de qualquer maneira. Se tu és latino-americano, tem que haver alguma posição esquisita. O que querem é coisificar uma teologia.

-Se nos deixamos levar somente pelo que está escrito na imprensa, parece que o senhor foi condenado pela Igreja. E não é verdade.-É curioso. No meu caso nunca houve condenação, nem sequer houve um processo. Houve, sim, um chamado ao diálogo; perguntas que sempre estive disposto a responder.

-Parece-lhe válido esse tipo de diálogo?-Sempre acreditei que a teologia se faz no interior da Igreja. Na Igreja há carismas distintos. Podemos perguntar a quem escreve teologia que dê razão de sua fé, assim como damos razão de nossa esperança. Com esse nível de perguntas, não há porque se ofender.

-Quanto tempo durou o diálogo?
-Começou em 1983 e concluiu de várias maneiras; porém, oficialmente, faz cinco anos. Durante muito tempo houve silêncio. Não houve nada comigo.

-O que diz o texto oficial?
-A expressão é que tudo foi concluído satisfatoriamente.

-Teve vários encontros cara a cara com o Cardeal Joseph Ratzinger?
-Sim, para grande parte deles não fui convocado, mas eu mesmo tomei a iniciativa. Ratzinger é um homem inteligente, educado e, dentro de sua própria mentalidade, evoluiu, entendeu muitas coisas. Em uma ocasião, em Roma, me disse que havia lido meu livro sobre Jó. Eu mesmo lhe enviava meus livros. Sempre acreditei que a distância cria fantasmas. Disse-me que tinha gostado e que os teólogos do Sul tínhamos poesia; que a teologia européia era mais fria.
-Seu modo de proceder tem sido sempre pouco conflitivo, enormemente dialógico e carente de dramatismo. Alguns crêem que corresponde à sua personalidade; porém, creio que aqui há algo profundamente eclesial.-Exato. Tudo vem de que o mundo que mais fala à minha vida não é o mundo intelectual. Não é a defesa de minhas idéias porque são minhas. Interessa-me a vida da Igreja, o anúncio do Evangelho e a vida das Conferências Episcopais.
-A teologia carrega a marca de seu tempo. Estamos claramente entrando em outro tempo no qual não se sente a mesma urgência e se abrem outras rotas à fé.-Até os 40 anos nunca falei da teologia da libertação e creio que era um cristão de verdade. Assim, serei cristão depois da teologia da libertação. Quando me falam que a teologia da libertação já morreu, eu digo: ‘veja, não me convidaram para o enterro e creio que tinha algum direito’. Depois, digo-lhes: ‘creio que um dia, sim, morrerá’. Entendo por morrer o fato de que não tenha a mesma urgência que tinha antes. Isso me parece normal; foi uma colaboração à Igreja em um determinado momento.
-Creio que faz bem em não converter a teologia da libertação em um ídolo, em uma ideologia à defensiva.-Não temos que transformar uma teologia em uma nova religião. Essa é a tendência da sociedade civil. Alguns pensam que a teologia da libertação é uma espécie de cristianismo distinto; o meu cristianismo. E falam isso como se fosse um elogio, não para criticar. Não crêem no cristianismo, mas na teologia da libertação. Pois, sinto muito: o importante é o cristianismo, não a teologia da libertação. A teologia da libertação somente pode ser entendida no interior do cristianismo.

-O senhor não acredita que antes se falava de pluralismo teológico, porém, na realidade, era sobre um pluralismo limitado, isto é, dentro de uma mentalidade quase exclusivamente européia?
-Sim, e, todavia, na academia teológica fala-se de nós como teologia contextual, um pesar que mantém uma estreita relação com a realidade. Quando me dizem isso, eu lhes digo para incomodar: ‘ai, você tem uma idéia muito má da teologia européia. Me está dizendo que não são contextuais; que é uma teologia que não tem relação com a realidade. Uma teologia no ar. Eu não creio nisso’.

-O senhor já teve que lutar contra certa pretensão de superioridade?
-Muitíssimo. Chamar ‘contextual’ a uma e a ‘não contextual’ a outra é um exemplo. Todo pensar corresponde a um contexto. Mais do que um rechaço à teologia da libertação, é uma comunicação com um ponto menor, como se fôssemos algo subalterno. Tem havido muitas coisas nesse estilo. Aceitavam-se as idéias; porém, criticava-se a teologia da libertação.
O que é isso?

-Estávamos acostumados a que a teologia dialogasse somente com a filosofia e não com as ciências sociais. É uma novidade que demorou a ser aceita, no princípio.-Curioso, porque hoje as ciências sociais estão de cheio dentro da teologia. Essa crítica à teologia da libertação já prescreveu. E tudo isso ocorre apesar de que nunca dissemos que as ciências sociais substituíam a filosofia na teologia, mas que ampliávamos o leque de luzes e de disciplinas humanas para trabalhar o mistério cristão.

-Além disso, toda teologia verdadeiramente criadora gera resistências. É a prova de fogo de sua valia.-Evidente. Veja a reação ante o diálogo de Teilhard de Chardin com as ciências naturais. E o exemplo clássico de Santo Tomás de Aquino. Falo de um gigante frente a essa teologia tão anã, como a teologia da libertação. Tomás de Aquino teve resistências enormes; foi condenado pela Universidade de Paris e levou séculos para poder ser reconhecido. Ele incorporou uma filosofia que provinha de um pagão; a repensou; a retomou; a misturou.

-Acredita que já estamos em um novo e melhor momento?
-O momento mais duro e polêmico ficou para trás. Deve ficar para os historiadores. E é muito bom dizer que já passou. Se algo realmente morreu foi esta polêmica. Eu creio que já é tempo de baixar o tom.

-Há um texto no qual o senhor reflete sobre o contexto atual da globalização e da pós-modernidade e para os desafios que a teologia apresenta. Refiro-me ao ensaio ‘Onde dormirão os pobres?’
Aí começa a fazer uma crítica à tentação de fazer da própria teologia um ídolo.-Quando transformo alguma coisa que não seja Deus em um absoluto, caio na idolatria. Escuto dizer: ‘teologia da libertação ou nada’. Eu nunca disse: ‘se você quer compreender a Cristo, leia a teologia da libertação’. Agora, se alguém me pergunta se creio que lendo sobre a teologia da libertação vai compreender algo importante sobre o Cristianismo, creio que sim.É provocador dizer isso porque também a justiça pode converter-se em um ídolo. Vejo pobres serem maltratados por pessoas que se crêem mais politizados do que eles. Fiquei marcado por algo escrito por Pascal, que li quinze anos atrás: ‘o abuso da verdade é pior do que a mentira’. Uma pessoa pode ter a verdade e abusar dela. A pessoa é sempre mais importante.
-Sua reflexão mais recente adverte também sobre a intenção de transformar o pobre em um ídolo.-Isso vem do romanticismo de alguns. Há pessoas que me dizem: ‘aprendi tudo com o pobre, o pobre é tão bom!’. Às vezes, brincando, digo-lhes: ‘você acredita que todos os pobres são mesmo bons e generosos, pois eu não aconselho que você vá ao meu bairro às duas da madrugada, pois ficará nu, como nasceu, só que mais velho’. É uma maneira de dar a entender que a opção não se faz porque o pobre é bom, mas porque Deus é bom. Se o pobre não é bom, a opção é a mesma. Muita gente se decepcionou porque acreditava que o pobre era bom. Se tivessem assumido compromissos porque Deus é bom, todavia estariam comprometidos.
-De fato, em um artigo seu intitulado ‘San Juan de la Cruz en América Latina’ deixa anotado que abrir-nos à dimensão mais mística da fé nos ajuda a evitar esse caminho idolátrico (que, apesar de falar de libertação, não liberta).-A mística tem a capacidade de ajudar-nos a depurar a noção de Deus. Observando o desenho de São João da Cruz, vemos que a partir da ladeira do monte não há caminho. Isso é a mística. Um caminhar em direção ao Senhor. Continuar, fazendo d’Ele, conforme avança, nossa vida, nosso único absoluto.Sem essa dimensão mística, não existe verdadeiro compromisso com os pobres. Pois bem, temos que mudar a noção de mística. Não é como se diz por aí: sair desse mundo. Não se trata de transmitir uma mensagem, mas de ‘transmitir o contemplado’. A isso temos que agregar a intuição de Nadal: ser ‘contemplativos na ação’.

-O que, às vezes, se anuncia como mística, inclusive teólogos importantes ou estudiosos, todavia tem excessivas reminiscências neoplatônicas negadoras do corpo e da história.-A mística não é um desinteressar-se deste mundo. Todavia há pessoas que pensam que alguém que não pisa na terra é muito místico. Se o pobre não importa, não estou seguro de que se trata realmente de uma experiência mística. É interessante que uma mística, Teresinha de Lisieux, seja padroeira das missões.

-Progressivamente, parece que o senhor tem insistido na poesia como melhor linguagem para falar de Deus. É isso?
-A poesia é a melhor linguagem do amor. Deus é amor. A melhor linguagem para falar de Deus é a poesia. Uma linguagem profunda que vê o mundo e vê a relação a partir da dimensão e da profundidade que o conceito não oferece. Mesmo que não escrevamos poesia, a teologia deve ser sempre uma carta de amor a Deus, à Igreja e ao povo a quem servimos.

[Autor de ‘Llama del agua’ (Trotta, Madrid 2001) y ‘Perseguido por la luz’ (Trotta, Madrid 2008). Esta entrevista foi publicada originalmente em ‘A Revista’, do jornal El Nuevo Dia, de Porto Rico, em 22 de junho de 2008].
[Tradução: ADITAL